lunes, 24 de noviembre de 2014

el ruido del lobo

No hay una hora del largo dia
en el que pueda escapar
de esta peligrosa
tranquilidad,
un paso detenido me atenaza los pies
observando de lejos la vida
y huyendo de sus fauces
en esta siniestra calma
siempre al borde de un precipicio,
hipnotizado en el abismo,
con la mente perdida en la mirada,
abriendo los ojos y los oidos
pero sin ver
ni escuchar nada,
sin poder decir palabras,
solo unas lineas,
solo un grito animal,
pidiendo,
ahogado, que me despierta cada noche,
mandibula de lobo amaestrado
que odia a sus amos sin atraverse a escapar,
solo un aullido
que no se puede oir
en esta soledad eterna de rincón,
solo el eco del abismo resuena igual de fuerte,
pero no es nada comparado
con el sonido del vacio de esta oscuridad,
solo vivo esperando el sueño
por si acaso trajera algún tesoro
escondido
en lo hondo,
y en la lejania
el lobo aulla con potencia a la luz de la vida,
la sangre,
los colmillos,
la herida cerrada,
y una loba altiva y débil,
peligrosa y dulce caminando silenciosa,
y la calle con sus adoquines,
y con sus noches de lluvia al resguardo
de la sangre del vino,
conciertos de aullidos,
himnos de la noche,
el viento ligero,
los hermosos días sin sol,
en manada,
conquistando la tierra,
la llamada salvaje en cada día,
en cada poro,
en la mirada clavada,
y el frio
y la noche
siempre como aliados,
los mismos que
ahora
me
atenazan
con su gravedad
en esta celda,
ante un plato tras otro,
ante el peligroso hábito,
buscando la belleza de la luz,añorando la sangre en la tierra
y los colmillos
clavados
en la vida

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