miércoles, 25 de abril de 2018

UNA NOTA EN LA MESA



Ya he dado de comer a tu chucho,
esta mañana me ha despertado un pequeño rugido que hacia mi cabeza pidiendo belleza
igual que cuando ruge la tripa es porque pide comida
y te tienes que levantar a comer algo
pero como era tan temprano no podía poner música
ni tocarte
ni morderte
o preguntarte algo para disfrutar como razonas
con tu tono de voz entre las palabras
así que me quedé mirando tu espalda con la luz que entra del amanecer
mientras estabas dormida,
el mejor aderezo para la comida es tener hambre
y para la belleza es la naturalidad,

y no creo que fuera casualidad pero de repente
cayó una hoja de esa orquídea que tienes encima de la mesa
y que de vez en cuando deja caer una de sus hojas con un vuelo lento y sosegado
como si fuera una bailarina cayendo desde un tejado
y como si hubieras notado su estruendo al caer sobre el suelo te giraste
estirando el brazo
con esa violencia despreocupada
de una bailarina cuando duerme
y lo dejaste colgando e inerte por la cabecera de la cama
forzando una postura que estiraba las curvas de tu cuerpo igual
que se estira un desierto por el horizonte
y resoplaste como cuando pasa
una racha de viento llevándose la tierra de encima de las dunas
y después ya no paso nada, de ahí no te moviste
y todo quedó en un silencio estruendoso
como cuando ha ocurrido algo que te ha dejado con la boca abierta,
pero tu eres un animal traquilo cuando duermes
y ni siquera una hoja cayendo o alguien mirándote como si fueras un desierto
de esos en los que ocurren milagros te consiguen despertar,
tú te sientes segura detrás de una simple sábana y unos simples horarios
y solamente con eso puedes controlar a todos los enemigos
gigantes invisibles como si los tuvieras a tu servicio
como un reloj de arena tumbado con el todopoderoso
tiempo de la noche atrapado y paralizado dentro de su cuerpo,
yo en cambio nací para vigilar mientras todos dormían
y que cuando en la cueva se despertaran hace miles de años
nadie les hubiera atacado
y además tuvieran unos bonitos dibujos en las paredes de bisontes y de manos marcadas y de las cosas increíbles que los otros
habían estado soñado mientras dormían,
y estuve escuchando un rato atento tus sueños circulando por debajo de tu piel como el agua que suena dentro del radiador
y juraría que ahí escondida había una canción
y que solo tenía que darle un toque humano
un ritmo
y hacer que la melodía consiguiera tener ese mismo calor de radiador
que desprendes cuando duermes,
y me levanté a ver si encontraba ese sonido y ese calor escribiendote esta nota,
pero como siempre no encontré nada de nada, solo encontré cosas mias
y pensé
que es una curiosidad de mi caracter
que las mujeres de las que me he enamorado siempre han tenido perros muy grandes
y que ya he dado de comer al tuyo esta mañana las salchichas esas asquerosas que quedaban mientras dormías,
no quiero que nadie te engañe poniendo cara de pena

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