martes, 17 de abril de 2018

AFINANDO UN LUNES


No se escucha precisamente a los dioses cuando escribo,
ni a la naturaleza
ni a su caricia,
solamente a lo lejos
y afinando mucho el oído
puedes escuchar una carambola de bolas de billar entre el ajetreo y las risas
de la gente de un bar,
y si escuchas algo inmortal
será la agonía de los animales en extinción
o los últimos extertores de un dios desolado y triste
que necesitará 3 o 4 generaciones
para poder comprenderse y perdonarse en la distancia,
cuando escribo suena una gota de agua cayendo y
rompiendo el silencio de un hangar abandonado de esos
inmensos con cristales rotos y ratas como gatos,
suenan los ruidos de las teclas como si fueran una aspiradora
con su sonido atronador
y chocando contra las puertas,
estoy seguro que está estropeada, que no aspira y solo ensucia todo más de lo que estaba
pero me gusta el ruido que hace rebuscando algo debajo de la cama,
cuando escribo suena una sierra cortando piedra de una obra que nunca veo pero que siempre está ahí
y llego a pensar que está cortando a lo lejos el cielo de la ciudad
por donde se escapa el tiempo hacie el infinito,
suenan el pasado y el futuro azotando un toldo medio rajado;
suenan los gritos de un patio de colegio a la hora del recreo
y a la vez un señor removiendo las fichas de dominó a través de la ventana
del centro de mayores,
se pueden oir las montañas y los bosques y los ríos de las laderas
pidiendo la vuelta de mi alma con insistencia,
suenan todos los gestos de advertencia que no supe ver en las reproches de ella
pero ya no suena el amor ni nada que se le parezca;
se puede olvidar el amor a una persona, y sustituirla por otra
pero no se puede olvidar la alegria de
la naturaleza cuando eras un niño a toda hostia cruzándola en bicicleta,
no hay otra igual,
por eso cuando escribo no se puede escuchar esa lírica de la gente
que vive bajo su abrazo para siempre;
aquellos árboles rítmicos al son del viento y esas fragancias suaves y
el valor y la belleza de su nobleza,
cuando escribo solo se escucha la ansiedad del pitido de los semáforos
para que crucen los dichosos ciegos,
la ansiedad de jazz que no llega a hacerse melodia,
la imaginación de la gente tratando de escapar de puntillas por la barriga
de un dragón que ronca como una autopista,
y tambien suena una pequeña duda que tengo
de si no hay un mundo totalmente diferente para cada uno
y que puedes hacer lo que quieras con el tuyo sin dar explicaciones a nadie,
cuando escribo suena un triple que entra limpio y que da esperanza para la remontada
y animo a los compañeros cerrando el puño
pero es el último cuarto y queda menos de un minuto y vamos 20 abajo,
suenan la bola de la ruleta dando saltos pero solo he apostado garbanzos,
el silencio de un coche eléctrico en mitad de todos los motores rugiendo,
el silencio de un carril cortado en mitad de otros 4,
cuando escribo no se escucha a los dioses,
yo le hablo a los dioses igual que las personas hablan con sus pequeños
perros por la calle

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