viernes, 14 de diciembre de 2018

CANCIÓN DE NOCHE

Miro desde la ventana de la cocina y
le doy 2 toques al cigarro tirando la ceniza como 
si fueran los 3 golpes de la batuta contra el atril para prevenir que 
empieza la sinfonía,  
en el patio de abajo

debe haber una entrada por la que se cuelan los gatos,
pero no van a pelear ni a comer,
han elegido ese sitio por alguna extraña razón
y cada uno ocupa un lugar y se sientan ahí y se miran entre ellos
en silencio,
es como un sitio sagrado de gatos donde se reúnen a observarse,
y los muercielagos de la noche han dejado su vuelo alocado y  
parecen esas aves planeadoras que en los mañanas de verano caen
desde el cielo
en picado hasta meterse entre las olas,

las ambulancias lejanas y el rugido de la autopista y
el camion de la basura y el ruido de mis pensamientos
se empiezan a sincronizar con las luces de los semaforos
que hay a lo largo avenida
que como a estas horas ya no pasan coches han perdido todo su sentido
y por un momento
aquí asomado 
me niego a su dictadura,
me niego a las líneas rectas simetricas con las que se empeñan en construirlo todo,
me niego a utilizar como base de la sinfonía una avenida principal
con sus semaforos funcionando toda la noche y todo el dia con
ese código basado en un color y su contrario,
a mi me gustan los códigos desordenados que los fanaticos del orden y de
la simetria no son
capaces de soportar, me encanta ese caos desordonado de la naturaleza
y los bosques impenetrables de números y de letras que
consiguen formar estructuras muy por encima de las lineas rectas,
y giro la mirada hacia el edifcio de enfrente porque su columna vertebral 
de gigante se ilumina cuando entra
en el portal un vecino trasnochado como un instrumento
de viento borracho, pero no es solo un recurso comico
que utiliza la inspiracion en mitad de la melodia pricipal para descargar,
siempre hay algo mas, 
así que voy siguiendo su recorrido y el de la luz de la escalera
desde abajo hasta
arriba
y entonces sin querer reparo en
la luna que está en la azotea como un anuncio de neón.
Había una luna en la azotea de la casa de enfrente,
era una luna vulgar de esas en la que nadie repara
y nadie se molesta en mirar si está en fase creciente o decreciente, 
pero su luz entraba 
en la cocina como la noche americana ilumina
las noches de los westerns,
y apagué la luz para ver mi sombra proyectada junto a los dibujos geométricos de
los azulejos de la cocina y sentirme parte de la cadena perfecta de un universo simétrico.


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