miércoles, 6 de marzo de 2019

LOST IN THE SUPERMARKET 2



Miro una idea desde todos los ángulos posibles
como si estuviera eligiendo un melón en la frutería del supermercado
y la doy un par de toques y pego la oreja
para ver si tiene alguna historia que contar detrás que haga
que me sienta poderoso atravesando el papel en blanco
junto a ella,
que consiga que las palabras se vuelvan libres y salvajes
solo controladas por las leyes naturales de la rima y de la armonia,
igual que se mueven libres y salvajes las mujeres dentro de los estrictos pasos
de baile de las coreografias,
y sin necesitar nada más,
solo los 5 sentidos representados
por 5 símbolos, o 5 obsesiones, o 5 animales domesticados,
por eso le pido a las palabras que se pongan el vestido con olor a nuevo,
color vino del zara
de esa tela tan tan ligera, para que con en el más simple descuido o
la mas mínima corriente de aire pueda quedar libre la rodilla,
y que entonces los otros 5 sentidos invisibles y contrarios,
los 5 puntos cardinales
o los 5 animales salvajes
aparezcan como en una onda expansiva entre los pasillos del supermercado,
y no olvido que la gente necesita un argumento,
ya se que odian todo lo que sea abstracto
y lo consideran una ofensa personal a su inteligencia y necesitan algo a
lo que agarrarse,
por eso les recuerdo que estaba en el supermercado,
que las puertas automáticas se abrieron mientras saludaba al pobre de la
entrada con un gesto de que no tengo nada,
que en las estanterias de los pasillos
estaban todas mis ideas iluminadas empaquetadas
y ordenadas según su peso y la fecha de caducidad,
que no han sido libres ni siquiera en su nacimiento,
que ya nacieron en el matadero o en el invernadero,
con miedo, y con enemigos, y con paranoia,
y que solo el poder o la ignorancia
las hizo un poco justas y bellas,  
absolutamente nada más,
que mientras se abrían y se cerraban las
puertas a última hora del día,
con la calle ya oscura ahí fuera, una chica recién salida del trabajo
sin haber pasado aún por casa
elegía qué llevarse para cener esa
noche, y se le levantaba un poco la falda roja de zara al estirar su mano hacia los
paquetes de soja y se le quedaba pegada a la electricidad de la
pierna, mientras por supuesto sonaba de fondo el hilo
musical del supermercado sin dejarme escuchar el vacio dentró de un melón piel
de sapo

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