lunes, 18 de marzo de 2019

POV



Hay una abeja dando vueltas en el suelo de la cocina y 
hacia allí han ido todas las hormigas de la casa en fila india hasta
formar un único y asqueroso organismo vivo por encima,
imagino a todas esas hormigas encima de mi
arrancándome las patas y las alas, despedazándome con sus
mandibulas sin poder hacer nada, me imagino dejando de luchar,
sin defenderme, entregándo ya a la muerte transportando el
pensamiento hacía
las cosas buenas que había olvidado de mi vida,
viendo a todas las personas
que he conocido que están muertas, escucharlas llamándome con alegría,
sintiendo que por fin ya no tengo miedo, incluso
viéndome a mi mismo, incluso viendome antes de haber nacido,
viéndome en
otros mundos, sin formas, sin tiempo, con una sensación de inmortalidad
y de ser el dueño del universo,
hasta que vuelve el
dolor insoportable y el ruido
del enjambre de sus cientos de antenas y de ojos rabiosos
y de tenazas enloquecidas despedazándome, y trato de escapar en
un último intento empujando con todas mis fuerzas, intentando un
último vuelo lleno de odio, pero ya no puedo, solo consigo
dar vueltas por el suelo cada vez con menos fuerza,
y entonces vuelven los familiares de nuevo y
la gente del pasado y esa sensación de que no hay nada que temer
mientras veo  los trozos que me van arrancando flotando
por encima de la fila india de hormigas que
recorre todo aquel suelo tan blanco,
pero vuelve otra vez el ruido
así que bajo a protestar a la obra del vecino cuando veo que han
unido un martillo al ruido de la sierra,
la puerta de la casa está entreabierta como si me estuvieran esperando,
hay plásticos por todas partes
y está toda cubierta de yeso blanco, parece la habitación de un sueño
con apenas un par de muebles aislados para que te fijes bien en ellos,
como si fueran símbolos que tienes que desentrañar luego
cuando despiertes,
hay un loro en el suelo con musica búlgara, un teléfono antigüo, y
una escalaera, todo envuelto en un extasis de olor a pintura, y con
los trabajadores del este también cubiertos de yeso blanco, sin
que se les
vea bien el pelo ni la cara, imagino para que tu les pongas el rostro de
familiares muertos o de gente que
has olvidado,
y dicen que pueden
trabajar el sábado si quieren y si les da la gana,
y yo digo que también puedo llamar a la policía para
que suban a ver si tienen todo
en regla, cuando vuelvo a casa ya ha parado la obra pero no consigo
seguir durmiendo,
en mi cabeza suena un pitido constante
como de miles de hormigas formando un 
organismo vivo con esa forma asquerosa que tienen
las palabras por encima del papel en blanco, pero no he intervenido ni he
querido cambiar su naturaleza,
solo he puesto un título y he dejado que ocurriera

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