sábado, 10 de febrero de 2018

PREDICCION DEL TIEMPO DE MAÑANA

Por la ventana se escucha al parque
afeitándose con motosierras
recortando sus arbustos al milímietro y dejándolos
perfectos como la barba de un señor elegante
de principios del siglo 20,
y luego se pasa el rastrillo de tres dedos metálicos
arrastrando las hojas del suelo
como un Dalí soñador estirándose el bigote
mientras sueña despierto con relojes derretidos
y con perspectivas de las que solo aparecen en los sueños,
y por sus caminos debe oler a hierba recién cortada
y una mujer pasa su mano por encima de los arbustos
acariciándolos,
es un gesto ya prohibido para los adultos
porque implica el alma demasiado alegre
y curiosa de una niña pasando la mano
por la barba de su abuelo asombrada por la perfección y
la precisión de su corte,
y los cipreses alineados en el borde del camino
son botellas verdes de whiski
que marcan la hora con su alargada sombra sobre el cesped
como precisos relojes solares,
me gustan los cipreses porque delatan al paso del tiempo con elegancia
y aunque haya mucho viento y haga mucho frio
no se mueven ni pierden la compostura
y tampoco les importa lo que dicen de ellos,
eso de que su seriedad tiene que ver con el mundo de los muertos,
cuando la última de las sombras de los cipreses toque aquel banco
será la hora de bajarme al parque en mi descanso,
ya lo tengo controlado pero
todavia falta un rato y todavía el sol en el lateral hace brillar a lo lejos
a los aviones que aterrizan y despegan del aeropuerto
como esas oportunidades que brillan solo durante
un corto espacio de tiempo,
y más alto en el cielo se ven las estelas de otras oportunidades
que despegaron hace bastante
y que ya están demasiado lejos volando hacia sitios mejores
pero justo ahora es cuando llega el ruido de sus motores
a la velocidad del sonido y del arrepentimiento,
a esta hora soy invisible para el resto
porque el sol desde el lateral hace contraluz y soy solo una silueta
que puede observar a los demás
sin que se den cuenta,
cuando la sombra del ciprés toca el banco en el parque
me bajo a la calle disimulando prisa
para evitar tener que fumar con toda esta pandilla,
algunas entran en la pasteleria que es donde pecan las princesas
y otros van a rezar a los confesionarios en los cajeros
después de introducir su clave de 4 digitos
con la que su dios les concede la redención para que se la gasten
en gasolina,
yo me quedo pensando en que cuando la sombra del ciprés toque
la farola será ya la hora de subirme
como siempre

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