martes, 12 de febrero de 2019

UN CUENTO DE INVIERNO


Dicen que hasta el demonio se enamoró de ella,
yo paso todos los días por delante de su tienda,
y suenan las trompetas de mi infierno cuando se echa el pelo detrás
de la oreja,
no se si es una tienda de lencería o es una floristería,
cuando no tiene clientes mira desde dentro hacia afuera apoyada en
el mostrador disfrutando del encuadre perfecto del barrio
con su precioso moviento interno de coches y de gente
pero sin su molesto ruido constante,  hasta que suena la campana de la
puerta y entra alguien a comprar y con ella todo el ruido de la ciudad,

su tienda de joyas o de pinturas del renacimitento está en el barrio
en el que almodovar hizo “que he hecho para merecer esto,”
aquí todo el mundo ha visto esa película y siempre dicen lo mismo,
todo esto era campo, hasta aquí llegaba el límite de la ciudad,
ahí es donde Chus Lampreave y el nieto
encontraban un lagarto y se lo subían para casa en plano general
mientras pensaban que nombre ponerlo,
y lo llaman dinero porque es verde, como los talegos,

ella siempre esta hablando con alguien, pero no como esas personas que
parece que se están
yendo porque tienen prisa por ir a ningún sitio,
es de esas personas que se queda quieta escuchando y no se mueve
hasta que la persona ha soltado todo lo que tenía que soltar,
y no se asusta por nada, todo le parece interesante,
todas las ruinas y todos lo miedos,
y se queda ahí escuchándolos hasta que parece que con sus palabras y
con su atención lo ha arreglado todo en apenas esos 5 minutos,

heredó esa librería o esa tienda de fruta biólogica
de sus padres cuando ellos se jubilaron, 
pero ya llevaba toda la vida ahí,
yo he llegado a pensar por ser tan superficial que por eso quizá,
de estar acostumbrada al trato con el público conoce tan bien el
metodo de extracción para sacar lo que las personas llevan dentro,
pero es algo mas potente y que va mas allá de lo que el entorno le haya
podido conceder a su caracter, es algo que tiene muy profundo en
su personalidad;
ella siempre está buscando entre las cosas que la gente tira en 
el contenedor,
a veces lleva una silla o una mesa por la calle y
cuando alguien le pregunta que donde va con eso dice que a arreglarla
con una sonrisa de felicidad verdadera, 
como si el destino le hubiera hecho el
mejor regalo de cumpleaños de su vida,
y explica emocionada que esa silla asquerosa es una silla preciosa,
y que la va a arragelar el respaldo, y que la iba a poner una tela,
y siempre lleva  muebles y espejos, y lámparas,
y también tiene un perro medio loco,
rescatado de alguna perrera, que da pena miralo, 
como si lo hubiera rescatado de una hoguera, 
y siempre está rodeada de gente peligrosa y violenta
a los que lleva de su brazo durante
un mes mas o menos, no duran más, 
luego acaban convertidos en románticos
solitarios knoqueados para toda la vida,

y cuando escucha a la gente no aparta la mirada,
pero no es como esas personas que lo hacen forzadas, 
y te miran como si te mirara un pez en la pescadería,
cuando te mira te sientes como un pueblo blanco del mediterraneo
rodeado de cielo azul y el mar enfrente y quizá su voz nerviosa
de vez en cuando como una moto pequeña alejándose
en la tarde, y te entran ganas de recordar
toda tu simple vida como un misterio entre misterios, 
como algo mágnifico y con estilo,
y en cuanto sale un poco el sol, en el invierno, 
ella lo convierte en primavera, y va con hachis en un bolsillo y mandarinas 
en el otro a patinar en línea
entre los árboles del retiro,
y se lanza durante horas alrededor de la estatua del ángel caído,
como si solo fuera alguien a quien escuchar

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