jueves, 8 de noviembre de 2018

UN CUENTO DE INVIERNO



Aunque lo parezca no presto atención a lo que dice la gente,
por eso cuando llego hasta aquí
aún conservo la pureza y la naturaleza de mi propia filosofía,
solo está un poco contaminada por la música de la
televisión a toda tralla del vecino jubilado de al lado,
es una melodia de anuncios y noticias que atraviesa la pared retumbando
al mismo volumen que los after de madrugada,
pero no seré yo amante de
las libertades y de los after quien le diga nada.
Este cuento empieza entonces libre y limpio
y solo al mismo tiempo que empieza la vida
con el sonido del despertador asustando a los dragones
que pastaban mansamente por mis sueños, y sin introducción,
aunque no tardará en coger su propio estilo atropellado
que ya no tendrá nada que ver conmigo,
serán sobretodo símbolos en forma de rima
que escondan en lo particular algo general que
ni yo mismo consiga desentrañar,
y cuando salga a dar paseo con el cuento en la cabeza
y con el sol en el horizonte
se estirará él solo como las sombras alargadas
de las 7 de la tarde
y será capaz de posarse sobre las paredes de los edificios sintiendo
la roca primigenia de la que están hechos
antes de que las dieran forma de fachada o de esquina que dobla
hacia alguna calle más tranquila,
y podrá adivinar también, cuando mi sombra toque a las personas
de dónde vienen sus pensamientos
y si son fachada o tienen detrás algo que hace esquina
hacia un mundo mas oscuro
y mas profundo.
A esa hora en la que la tarde estará tocando una sinfonia de autobús,
luz lateral,
viento frio,
coros de los coches,
y conversaciones de las mujeres que han salido del trabajo
con las piernas
cruzadas
en las terrazas, mi estilo huirá de las hojas arrastradas por el viento
que le persiguen diciendo mi nombre
todas juntas como si fueran un único organismo vivo,
pero no hay viento
y él nunca quiere mirar hacia atrás,
prefiere vivir con ansiedad y
si nota que algún penasamiento o que alguna frase lleva mi nombre
ni se gira y lo borra,
las cosas que me interesan están ya demasiado lejos,
asi que ni me molesto
y si por vicio o por aburrimiento o por estética
acabo mirando al pasado, el propio texto me avisa
con repeticiones continuas
como si fueran pitidos de maquinaria pesada dando marcha atrás,
y a mi solo me gusta ir hacia la nada o hacia el futuro
y lo demás no me interesa,
por eso siempre le pido a las palabras que me echen la cartas,
pero casi nunca sale la carta épica que es la única que quiero que salga,
a veces sale,
pero solo cuando no la espero
o cuando ya es demasiado tarde
el cuento se está acabando
y me he quedado sin aire,
mi estilo está únicamente formado
por las conversaciones desordenadas que se escuchan de fondo en el comedor
y por las frases sueltas que se van diciendo las personas cuando
me cruzo con ellas,
por eso este texto tiene esta forma de prosa recortada
de paseo por la calle
de reflejos de escaparates brillantes
y de recuerdos liricos de chicas
vestidas arregladas bailando
y saliendo del baño
de 4 en 4 después de haberse metido unos tiros,
hubiera sido buena imagen para iniciar este cuento
pero solo forma parte de una visión cronológica que no se me va de la cabeza
de un rato
de una línea
y de una parte de una imagen de las 4 de la mañana de un texto
cuando ya estaba casi acabado
sin aire
sin dinero
y con ganas de irse a la cama con
la violencia ya por fin perfectamente templada

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