lunes, 22 de enero de 2018

ATASCADO ENTRE DOS MUNDOS



Esa mañana hacia un frio terrible en el pueblo
y tuvimos que quitar el hielo del limpiaparabrisas con la caja de un cd,
también recuerdo que había un coche aparcado en doble fila
y entré en la cafetería a preguntar de quien era para poder salir,
recuerdo que cuando salíamos por la carretera la montaña estaba
completamente nevada y nos observaba a todos los madrugadores con
una extraña indiferencia igual que las personas se quedan
mirando un objeto en el suelo antes de levantarse de la cama,
la montaña también estaba ahí pensando en sus cosas debajo de su manta blanca
esperando quizá a que el sol apareciera y la hiciera brillar 
como si tuviera una buena idea para levantarse,
o que un animal rascara con su pezuña sobre la nieve 
para encontrar un poco de hierba debajo y recordara que tiene que trabajar,
o que un montañero caminara como una hormiga haciéndola cosquillas 
por una roca parecida a una nariz gigante
y entonces ella se desperezaría murmurando debajo de la manta el sonido subterráneo 
del nacimiento del rio
o empezaría a silbar entre las rocas con su viento y a fumar sus cigarros 
haciendo nubes contra el pueblo.

Recuerdo que nosotros íbamos con el tiempo justo, pero
no contábamos con que a esa hora la entrada a la ciudad era un puro atasco
y encima estaba lloviendo,
recuerdo que entramos en el atasco de lleno
con las ventanas empañadas,
chispeando sobre el parabrisas,
con los demás conductores parando y avanzado un poco a nuestro lado,
con sus luces rojas de freno reflejadas en tu cara,
con los edificios que bordean la autopista como si fueran gigantes de cristal,
con tus rodillas nerviosas calculando el tiempo,
con el limpiaparabrisas haciendo un ruido como un metrónomo 
con el que sincronizabas tus quejas por llegar tarde,
con un canción de U2 que decía que te necesito como al café negro y como la nicotina, 
y conmigo pensando que ojalá el atasco no acabe nunca
y que siga lloviendo sobre el cristal del coche y el mundo difuminado hay fuera
deje de tener importancia,
y que toda la gente abandone la esperanza de avanzar 
y olviden las prisas y una enorme
corriente filosófica resignada invada a toda la humanidad,
que quedemos atrapados en la autopista para siempre 
y que pasen los años aquí atascados
y que la luz vaya cambiando hasta que el sol en el lateral
hiciera que la sombra de mis manos sobre el volante
se pusiera encima de tus piernas
y poder sentir que te las tocaba
y que levantaba tu falda aunque solo fuera un centímetro más;
en tus piernas un centímetro más significa asomarse a un acantilado con vértigo
o el contorno de un continente nuevo en un papa,
sin embargo los coches se movieron rápido
y llegaste solo un poco tarde al trabajo,
yo sabía que el atasco se iba a acabar como tarde o temprano
se acaban las lluvias
o los fines de semana
o los atascos a primera hora de la mañana
o como las faldas vuelven a su posición aburrida cuando salen de los coches,
y te bajaste del coche y ya ni llovía
y tu falda volvió a su posición normal a la altura de las rodillas
y el lunes ya había tomado los mandos de la
ciudad y la canción por supuesto se acabó y no volvió a sonar nada bueno
en todo el día

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